La ruta de hoy está cargada
de historia, además de ser turística y de ponernos en forma físicamente. Para
ello dejamos el coche en la zona norte de Aviados, en frente de este rústico y
bien acondicionado parque.
Rápidamente nos encontramos
con un torrente de aguas cristalinas y furiosas que producen un gran ruido en
su bajada por este valle.
Seguidamente nos topamos con
un muro que, posiblemente, sirviera para retener los lodos del carbón de las
extracciones carboníferas superiores.
Desde el primer momento
divisamos Peña Galicia.
También a nuestra derecha se
alzan los restos del castillo que visitaremos a la vuelta.
Por las lluvias de estos
últimos días los caminos aparecen inundados de agua en las rodadas.
Del mismo modo, salen al
exterior pequeñas salamandras que disfrutan con la abundancia de humedad del
entorno.
Los arroyos atraviesen el
camino para pasar a su cauce natural.
Aparecen pequeñas praderas.
Que se aprovechan para
construir rediles nómadas.
Comienza la cuesta.
Atrás dejamos este valle para
iniciar otro.
Entre las rocas ciertas
especies arbóreas subsisten a duras penas.
Atravesamos un robledal
cubierto de desechos de helechos, musgos que trepan por los árboles o
pedragueras grises.
El robledal visto desde la
lejanía.
Vemos León mirando al sur.
Los robles se retuercen en
busca de su mejor acomodo.
Los estratos se disponen de
forma inclinada.
A medio recorrido de la
subida.
Divisamos el valle Fenar con la chimenea de la Térmica humeando.
Una vez arriba vemos pueblos
de la vertiente del Curueño.
Si rotamos, aparecen montañas
que ya en su día hemos recorrido.
Otro extremo de la Silla de
Caballo.
A nuestro paso aparecen unas
flores rastreras muy vistosas llamadas, según Lucinio, Pulsatilla Rubra o flor
del viento, de color violeta intenso, forma acampanada, aterciopeladas en su
envés y poco desarrolladas por las temperaturas extremas del lugar.
Las vistas de derecha a izquierda, empezando por
Aviados son:
Después de un ratito de
observar cada punto cardinal e identificar cada lugar, es hora del descenso por
el mismo sitio que ascendimos, tomando una pequeña variante rumbo al castillo. Pero
antes atisbamos restos de maquinaria pesada que hace pensar en una actividad minera de esta localidad, ahora
abandonada. No siendo la única porque ya en 1537, siglo XVI, existían minas de oro en las
cercanías.
Reflexionamos sobre la importancia que tendría ese castillo en su época para terminar en este estado de deterioro actual e investigando, las crónicas nos dicen que este castillo fue elevado a rango de casa solariega por el rey visigodo Gundemarno, más tarde fue propiedad de la familia de los Guzmanes (casa poderosa de León). Se asentaba sobre un promontorio calizo que domina la aldea y cuando los moros abandonaron Aviados, en agradecimiento, se levantó la ermita de San Jorge.
Es muy probable que el rey Alfonso XI, gran amante de la caza, acudiera a Aviados para practicar dicha actividad en compañía de Alfonso de Guzmán, hermano de Leonor, a quien profesaba gran afecto. Después de la muerte del rey y el asesinato del Leonor, el sobrino de ésta heredó el castillo, donde se refugió en una persecución promovida por Pedro I el Cruel. De ahí a expresión "estar aviado" refiriéndose a estar al abrigo de los peligros.
En Aviados residió a temporadas la reina Doña Urraca y el castillo fue destruido por don Pedro I el Cruel y aunque reedificado más tarde volvieron a desmocharlo definitivamente los Reyes Católicos, en su afán de venganza por la oposición a su reinado por parte de los Guzmanes y en favor de Juana la Beltraneja.
Es muy probable que el rey Alfonso XI, gran amante de la caza, acudiera a Aviados para practicar dicha actividad en compañía de Alfonso de Guzmán, hermano de Leonor, a quien profesaba gran afecto. Después de la muerte del rey y el asesinato del Leonor, el sobrino de ésta heredó el castillo, donde se refugió en una persecución promovida por Pedro I el Cruel. De ahí a expresión "estar aviado" refiriéndose a estar al abrigo de los peligros.
En Aviados residió a temporadas la reina Doña Urraca y el castillo fue destruido por don Pedro I el Cruel y aunque reedificado más tarde volvieron a desmocharlo definitivamente los Reyes Católicos, en su afán de venganza por la oposición a su reinado por parte de los Guzmanes y en favor de Juana la Beltraneja.
Sobre 1520 los Guzmanes se
opusieron también al emperador Carlos I y éste ordenó “el derribo de cuantas casas poseyera aquel
noble” por participar en las guerra de las Comunidades con la derrota de éstas en
Villalar. Fueron los Quiñones de Luna, encarnizados enemigos de los Guzmanes,
los encargados de destruir la magnífica fortaleza de Aviados en nombre del Rey. Posteriormente
el paso del tiempo y lo falta de piedra hizo el resto, hasta llegar a nuestros
días. Los restos que quedan del castillo son abundantes, todos ruinosos pero
grandes y fuertes paredones casi recubiertos de vegetación. Dicen que desde este
castillo se hacían señales de humo para entenderse con el castillo de San
Salvador en Santa Colomba de Curueño, castillo del siglo X.
Después de este paréntesis histórico caminamos alrededor y nos damos
cuenta que han sabido aprovechar la geomorfología de las peñas para rentabilizar su carácter defensivo.
Sobre este otero fotografiamos desde arriba el parque desde donde arrancamos y donde algunos domingueros practican alpinismo.
Sobre este otero fotografiamos desde arriba el parque desde donde arrancamos y donde algunos domingueros practican alpinismo.
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