miércoles, 9 de mayo de 2012

Peña Galicia


La ruta de hoy está cargada de historia, además de ser turística y de ponernos en forma físicamente. Para ello dejamos el coche en la zona norte de Aviados, en frente de este rústico y bien acondicionado parque.




Rápidamente nos encontramos con un torrente de aguas cristalinas y furiosas que producen un gran ruido en su bajada por este valle.

Seguidamente nos topamos con un muro que, posiblemente, sirviera para retener los lodos del carbón de las extracciones carboníferas superiores.

Desde el primer momento divisamos Peña Galicia.

También a nuestra derecha se alzan los restos del castillo que visitaremos a la vuelta.

Por las lluvias de estos últimos días los caminos aparecen inundados de agua en las rodadas.

Del mismo modo, salen al exterior pequeñas salamandras que disfrutan con la abundancia de humedad del entorno.

Los arroyos atraviesen el camino para pasar a su cauce natural.

Aparecen pequeñas praderas.

Que se aprovechan para construir rediles nómadas.

Comienza la cuesta.

Atrás dejamos este valle para iniciar otro.

Entre las rocas ciertas especies arbóreas subsisten a duras penas. 

Atravesamos un robledal cubierto de desechos de helechos, musgos que trepan por los árboles o pedragueras grises.



El robledal visto desde la lejanía.

Vemos León mirando al sur.

Los robles se retuercen en busca de su mejor acomodo.

Los estratos se disponen de forma inclinada.

A medio recorrido de la subida.


Divisamos el valle Fenar con la chimenea de la Térmica humeando.

Una vez arriba vemos pueblos de la vertiente del Curueño.

Si rotamos, aparecen montañas que ya en su día hemos recorrido.

Otro extremo de la Silla de Caballo.

Divisamos la Valdorria.

Pico Polvoreda a la derecha con Correcillas a sus pies.

El día está claro y podemos observar la capital leonesa y su alfoz.

Nos dirigimos a la otra vertiente.

A nuestro paso aparecen unas flores rastreras muy vistosas llamadas, según Lucinio, Pulsatilla Rubra o flor del viento, de color violeta intenso, forma acampanada, aterciopeladas en su envés y poco desarrolladas por las temperaturas extremas del lugar.


Pico Polvoreda bajo un juego de luces y sombras que el sol proyecta entre las nubes.

Llegamos al punto más alto y este montículo esconde paisajes como:


El  pico opuesto donde antes hemos estado.

También aquí el agua hace estragos en la piedra caliza.

Pequeñas florecillas silvestres que se hacen hueco entre las rocas.

Nuevo montículo de base cuadrangular.

Las  vistas de derecha a izquierda, empezando por Aviados son:












Después de un ratito de observar cada punto cardinal e identificar cada lugar, es hora del descenso por el mismo sitio que ascendimos, tomando una pequeña variante rumbo al castillo. Pero antes atisbamos restos de maquinaria pesada que hace pensar en una  actividad minera de esta localidad, ahora abandonada. No siendo la única porque ya en 1537, siglo XVI, existían minas de oro en las cercanías.

Desde abajo Peña Galicia la vemos así.

Nos acercamos al promontorio donde se ubican las ruinas del castillo.

Sólo quedan en pie diseminados muros que testifican su existencia.

Reposamos sobre las paredes de una antigua habitación o estancia.

Reflexionamos sobre la importancia que tendría ese castillo en su época para terminar en este estado de deterioro actual e investigando, las crónicas nos dicen que este castillo fue elevado a rango de casa solariega por el rey visigodo Gundemarno, más tarde fue propiedad de la familia de los Guzmanes (casa poderosa de León). Se asentaba sobre un promontorio calizo que domina la aldea y cuando los moros abandonaron Aviados, en agradecimiento, se levantó la ermita de San Jorge.
Es muy probable que el rey Alfonso XI, gran amante de la caza, acudiera a Aviados para practicar dicha actividad en compañía de Alfonso de Guzmán, hermano de Leonor, a quien profesaba gran afecto. Después de la muerte del rey y el asesinato del Leonor, el sobrino de ésta heredó el castillo, donde se refugió en una persecución promovida por Pedro I el Cruel. De ahí a expresión "estar aviado" refiriéndose a estar al abrigo de los peligros.
En Aviados residió a temporadas la reina Doña Urraca y el castillo fue destruido por don Pedro I el Cruel y aunque reedificado más tarde volvieron a desmocharlo definitivamente los Reyes Católicos, en su afán de venganza por la oposición a su reinado por parte de los Guzmanes y en favor de Juana la Beltraneja.

Sobre 1520 los Guzmanes se opusieron también al emperador Carlos I y éste  ordenó  “el derribo de cuantas casas poseyera aquel noble” por participar en las guerra de las Comunidades con la derrota de éstas en Villalar. Fueron los Quiñones de Luna, encarnizados enemigos de los Guzmanes, los encargados de destruir la magnífica fortaleza  de Aviados en nombre del Rey. Posteriormente el paso del tiempo y lo falta de piedra hizo el resto, hasta llegar a nuestros días. Los restos que quedan del castillo son abundantes, todos ruinosos pero grandes y fuertes paredones casi recubiertos de vegetación. Dicen que desde este castillo se hacían señales de humo para entenderse con el castillo de San Salvador en Santa Colomba de Curueño, castillo del siglo X.

Después de este paréntesis histórico caminamos alrededor y nos damos cuenta que han sabido aprovechar la geomorfología de las peñas para rentabilizar su carácter defensivo.


Sobre este otero fotografiamos desde arriba el parque desde donde arrancamos y donde algunos domingueros practican alpinismo.

Tenemos una vista panorámica de Aviados.



Sobre la peña crece una vegetación adaptada a las duras condiciones del terreno.


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