Como comenté en la entrada anterior, el sábado subimos a Espigüete en Palencia y el domingo nos fuimos a realizar la ruta Naviega en Asturias, es decir, cambiamos la montaña por el mar, el frío del norte por la brisa marina y el piar de los pajarillos por el sonido de las gaviotas.
Esta ruta está organizada por el grupo de montaña y aire libre Peña Furada de Navia que convoca a todos los clubs y asociaciones a participar en la ruta que realizan todos los años desde la localidad de Bao hasta Navia bordeando toda la costa.
Esta era la XXIV edición y son ellos los encargados de llevar a cabo todo lo necesario para la buena marcha de la jornada. El recorrido es de 20 km aproximadamente, con una participación de 1.800 senderistas que partimos a las 10,30 de una campa donde previamente nos suministran un exquisito y calentito chocolate para encaminarnos posteriormente hasta la playa de Barayo, donde nos espera la agradable melodía de unos gaiteros y un primer avituallamiento consistente en: dos quesitos, dos porciones individuales de mermelada, cuatro caramelos y un botellín de agua.
La travesía transcurre entre maizales, praderas, riachuelos, arboledas de eucaliptos y por caminos y sendas perfectamente preparadas, en donde la diferencia de desnivel apenas se aprecia, a excepción de algunos tramos, y desde donde se divisa el mar en todo momento, ya sea bordeado por playas, por calas o por acantilados. Nos atrae el olor a mar tan característico, el batir de las olas y la inmensidad en la lejanía al que no estamos acostumbrados los de tierra adentro.
Nos recibe como núcleo urbano, Puerto de Vega, con sus bonitas casas orientadas al este y su pequeño puerto y ensenada dotados de embarcaciones y barcos que recrean nuestra vista, a lo que no le falta el acompañamiento, de nuevo, del grupo de gaiteros.
Sobre las 2:00 llegamos a la playa de Frexulfe en el Km 12, donde recogemos el segundo avituallamiento que aplacará nuestro apetito y que consta de: un buen bocadillo de chorizo al estilo bollo preñao, un yogurt bebible, un tarrina de tarta de queso, una manzana y otro botellín de agua, que devoramos bajo una arboleda próxima a la playa, y a esto le sumamos el almuerzo que nosotros llevábamos: empanadas, tortilla, fiambre, vino, chupito y tartas (todo ello casero).Sin apenas descansar y con la barriga llena, reanudamos la marcha porque el cielo se anubla y amenaza lluvia sobre las cuatro de la tarde.
Un tercer avituallamiento, a la altura de la playa de Coedo, sirve para refrescarnos con un buen vaso de riquíiiiisima y fresca sangría que nos tienta a repetir una y otra vez después del sofoco de la digestión y de haber superado varias cuestinas. Este breve reposo nos permite reunirnos, escuchar música marchosa de un altavoz y hablar con alguno de los miembros de la organización.
No hay que perder tiempo pues hay que llegar a la playa de Navia antes que la lluvia haga acto de presencia, pero a la altura de la playa del Moro caen las primeras gotas que nos obligan a ponernos el impermeable si no queremos terminar empapados.
Bajamos la escalinata que da acceso al aparcamiento de la playa y parque de Navia y descubrimos una discoteca improvisada que invita a bailar o escuchar tranquilamente sentados (al resguardo) en las terrazas de los bares. Un poco desanimados por la lluvia, esperamos la llegada del autobús, aunque antes se despeja y podemos disfrutar de algún que otro baile. Nos despedimos con pitadas del bus a lo que nos responden los asistentes con adioses con la mano y el deseo de repetir la ruta el año que viene.