domingo, 29 de abril de 2012

Valle de Sancenas


Haremos la ruta por el valle que da nombre al club y visitaremos el chozo que ilustra el anagrama de la asociación. Combinaré fotos de  tres momentos diferentes: agosto, noviembre y abril, que se pueden identificar fácilmente observando el entorno.
La ruta comienza en la collada de Ubierzo, también llamada de Valdeteja.

 En la parte baja se encuentran extensas praderas que dan pasto a rebaños de vacas. 


 Desde aquí un camino que progresivamente se hace más empinado conduce entre praderías y arbustos al aprisco. 

Rápidamente cogemos altura  y podemos divisar  la carretera y los coches que nos esperarán hasta la llegada.

Tenemos mejor perspectiva para contemplar las montañas que nos rodean, desde donde vemos como único núcleo rural a Genicera .

No falta el típico riachuelo que discurre valle abajo,  aunque en esta ocasión durante un tramo se oculta bajo tierra apareciendo posteriormente en una zona más bajera.

Primera zona de respiro, las inmediaciones de un viejo chozo de pastores que convive con otras cabañas más modernas.

La cota alcanzada es considerable y nos encaminamos a un panel informativo. 

Obtenemos noticias sobre el paisaje Kárstico que domina todo el valle de Sancenas, propio de la piedra  caliza y la acción del agua sobre ella, dando a lugar a formaciones espectaculares que seguidamente veremos. 

Otra pronunciada cuesta que nos llevará a un punto más alto.

Tropezamos con todos los derrubios que se desprenden de las altas montañas.

 En poco espacio y con mucho esfuerzo somos capaces de mirar las cabañas desde arriba.

Una gran mole de piedra nos permite apoyarnos y tomar un poco de aliento. 

Seguidamente, desde este lugar, diremos a adiós a picos como: Pico Huevo y Brañacaballo, que con el zoom acercaremos y que, no tardando, desaparecerán de nuestro campo de visión.


Más de cerca contemplamos ” la gran madre montaña”  que da cobijo a multitud de aves que sobrevuelan el paisaje, como es el treparriscos, un pajarillo capaz de inspeccionar con su pico largo y afilado las grietas en busca de los insectos. Su dorso gris lo hace casi invisible cuando se posa en la roca, sin embargo cuando vuela, sus alas rojas lo hacen muy llamativo. 

A lo largo de miles de años el agua procedente de las precipitaciones fue capaz de erosionar  esta dura peña formando “tubos de órganos” dando un aspecto acanalado en la roca, desde arriba hacia abajo.

 Para continuar debemos cruzar por una destartalada cancilla que da acceso a pastos del ganado durante la temporada estival.

Llegamos al paraje llamado las Bizarreas, caracterizado por una extensa meseta repleta de numerosos hoyos o dolinas como consecuencia de cavidades y cursos de aguas.



Las piedras se alternan con vegetación, como las escobas o el enebro rastrero.


Atravesamos zonas donde aún persiste la nieve fruto de los últimos coletazos del inverno que se resiste a abandonarnos en este año.

 La ruta discurre con pequeñas subidas y bajadas.

A cada nueva subida descubrimos nuevos paisajes, al cual más bonito.




Nos encontramos con los amplios puertos de Sancenas, siendo el más representativo aquel que es cruzado por un arroyo serpenteante y alimentado por la fuente de Sancenas y que desaparece entre la montaña de forma misteriosa.

Según la creencia popular , beber de la fuente de Sancenas da hambre, aunque probablemente de más hambre el paseo necesario pasa subir hasta estos puertos.

Durante el verano pastan caballos por la idoneidad del lugar: hierba fresca, agua abundante y ambiente  poco cálido.

Una vez que advierten nuestra presencia nos persiguen hasta el chozo demostrando su docilidad.

Atrás dejamos el sumidero donde se adentran las aguas del arroyo, que de lo contrario daría lugar a una gran laguna.

Bordeando un lateral del puerto alcanzamos el chozo de Sancenas.

Muy diferente en Noviembre, recién restaurado y con la primera nevada arreciando con fuerza.


En agosto, donde hubo que hacer trabajos de mantenimiento en la cerca.

En abril.

El chozo dispone de una pequeña entrada, un servicio de asientos en círculo, una cocina apta para la parrilla, carece de vistas al exterior, pero con espacio suficiente para hacer la foto del grupo.

Durante la merienda nos acompañaron en todo momento los caballos y ejemplares como este, que posa descaradamente para la foto.

En una de las rutas nos acercamos a una gran fuente que mana de forma espontánea en el terreno y nos muestra una panorámica de este valle, en el que apenas se distingue el chozo que se camufla en el entorno.

Desde lo alto volvemos a ver los pináculos de las montañas.



También tenemos la oportunidad de dominar otros valles, como el de Correcillas con Pico Polvoreda al lado.


El valle del Marqués.


Más a su derecha el valle de Rodillazo y Tabanedo

El valle de Gete y Pico Gallo.

 Cresteamos sin dejar de vista a Valporquero que está al fondo.

Atravesamos una amplia zona nevada que apenas se resiente de nuestro paso porque su superficie está tan dura que nos impide hundirnos y dando una agradable sensación sobre nuestros pies.

En este lugar de la cima el viento nos azota con fuerza.

Supervisamos que el Belén que hemos puesto en diciembre aún esté a cobijo y lo aireamos un poco.


De nuevo tenemos en frente a Pico Polvoreda y con unos prismáticos observamos su fisonomía.

Después de este desvío volvemos a acceder a la ruta marcada.

En agosto, de nuevo vemos más caballos en pequeñas praderas.

Nos topamos con dos grandes piedras que siempre me sorprenden  y me incitan a fotografiar.


Tenemos que salvar  este desnivel hasta llegar al polo opuesto.

En la depresión existen restos de lo que fuera un redil y un chozo destruido por el paso del tiempo, con Pico Polvoreda al fondo.


Nos damos la vuelta y reconocemos la peña de la que venimos.

Volvemos a caminar por una amplia explanada hasta llegar al comienzo del descenso.

Desde aquí vemos, por ejemplo, el valle de Gete, Getino, pico Gallo y Brañacaballo.

Comienza el descenso hacia Getino. 

En una pequeña zona de pradera sestea un rebaño de vacas.

 Dejamos atrás la peña de donde hemos empezado a bajar.

Las vacas huyen despavoridas al vernos acercar.

Nos rodean bosques de hayas que se combinan con vistosos árboles.


Hemos descendido bastante y llegamos a un aprisco de pastores.

Nos vuelve a acompañar otro arroyo.

 Cerca del pueblo los caminos están delimitados por gruesos cercados de piedra en los que el musgo tiene su hábitat más idóneo para desarrollarse. 

También en verano se refugian bajo los árboles para guardar su humedad.

Desde Getino la perspectiva cambia.

Admirables son las casas que aún conservan su aspecto rural, que perduran al paso del tiempo sin acusarles la modernidad, a excepción de la presencia de ciertos tiestos atiborrados de flores o de una mano de pintura que lave su cara cada año. En algunas de ellas, se ven  inscripciones centenarias del año de su construcción.

Para terminar este día de convivencia nos espera un almuerzo en esta localidad, que previamente hemos reservado para las tres de la tarde, también al aire libre.