Por primera vez acudimos como club a la cita anual que convoca Peña Furada para realizar la ruta que va desde las inmediaciones de la localidad de Bao hasta Navia.
También se puede consultar la entrada que hay en este mismo blog de la ruta realizada en junio de 2012.
Por razones de un malentendido, en cuanto al horario, llegamos tarde, todos los participantes ya habían iniciado la marcha, pero no por ello dejamos de tomar un chocolate que nos ofrecieron.
En la campa, que supone el pistoletazo de salida, hacemos la foto con todos los integrantes.
Discurrimos al lado del río Bao por una zona boscosa con especies típicamente asturianas como puede ser el eucalipto y otras enredaderas que trepan por diversos árboles.
También encontramos praderas con cercados que impiden huir al ganado.
Como grupo que somos, para el evento, portábamos un pañuelo al cuello que nos identificaba con el nombre del club.
Salimos de este pequeño bosque y a lo lejos oímos el sonido de las gaitas.
También tenemos extensos campos sembrados en los que comienzan a nacer el maiz y las líneas paralelas que dibujan invitan a seguir con la vista.
A la música de las gaitas la amenizamos con baile.
Playa de Barayo a nuestra derecha.
Aparecen los primeros pequeños acantilados.
Nos proporcionan el primer avituallamiento de la mañana.
Alcanzamos con la vista al resto de los senderistas que discurren en perfecta fila india.
A pesar de comenzar más tarde nos entremezclamos con el resto de las personas.
La primavera ya está avanzada pero persisten al borde de las orillas plantas florales tempranas.
Multitud de colores se ven a lo largo de la senda según la camiseta de cada uno.
Las gaviotas sobrevuelan nuestras cabezas a la espera de alguna presa despistada.
Llegamos a Puerto de Vega que nos recibe con su pequeño puerto pesquero pero no por ello menos bonito.
Preciosas hortensias adornan las orillas de las calles.
Tampoco han de faltar los típicos barcos, la lonja y el embarcadero.
Esta localidad tuvo el honor de albergar al ilustrado español por excelencia, Jovellanos, como indica esta placa.
A lo largo de un tramo una vistosa valla nos va dando la mano.
Un solitario árbol desnudo persiste al borde del acantilado, presumiendo de sus enrevesadas ramas que le dan un atractivo especial.
La mar hoy está un poco brava y origina espectaculares rompeolas al golpear fuertemente contra la orilla que nos obligan a detener la marcha y observarlas detenidamente, inmortalizando este momento en nuestras cámaras.
A lo largo de la ruta existen paneles informativos ya sea con leyenda sobre el lugar o indicando el punto kilométrico en el que nos encontramos.
Llegamos a la playa Frejulfe en la que nos proporcionarán alimento para almorzar mientras descansamos a la sombra de la arboleda, pero antes hay que hacer un rodeo y salvar la desembocadura del río.
Después de reponer fuerzas se agradece una pequeña siesta o simplemente cerrar los ojos.
Por el contrario, una vez comido tranquilamente precisamente lo que menos apatece es una subida, pero es necesario tomar altura y acceder a la senda marcada.
En esta cuesta pronunciada el uso del camino dejó al descubierto las raíces de los eucaliptos que utilizamos como improvisados escalones.
A lo lejos observamos una escalinata en z que da acceso a la playa del Moro.
En esta emotiva foto se muestra la alegría de Rocío como logro de haber alcanzado la meta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario